martes, 19 de junio de 2012

Silvia Schujer visitó la EEP N° 168 "General Mosconi" y leyó su obra con muchos niños


Una de las líneas de acciones del Plan Lectura Nación 
(representado en la provincia por el Plan Lectura Chaco
es la visita de reconocidos escritores a las escuelas. 
La finalidad es que los alumnos y docentes
 tengan un encuentro con los autores de los libros que leen.

En un clima de inmejorable respeto y admiración se llevó a cabo la visita de la destacadísima escritora Silvia Schujer a la E. E. P. Nº 168 "General Mosconi"Los alumnos del 2do ciclo, que ya habían leído varias obras de la autora, se convirtieron en pequeños periodistas y generaron un interesante diálogo con ella.

Silvia Schujer es dueña de un estilo muy particular, le gusta experimentar con ideas nuevas, probar géneros y lenguajes. Ella es una incansable exploradora de las posibilidades de juego que brindan las palabras. Sus obras apelan al sentido del humor, al disparate, al absurdo y al ingenio. Es una escritora muy original que ha desarrollado una comprometida y activa labor en el campo de la literatura infanto-juvenil.

Cuando llegó el momento de hablar de sus obras, destacó los siguientes títulos:  "Oliverio juntapreguntas"; "Pasean y vean", "las Visitas" y el "Tesoro escondido y otras fotos de familia", donde retrata escenas cotidianas. 
Para finalizar el encuentro la escritora deleitó a su público con la lectura en voz alta del poema "Los hermanos sonsiguales" y antes de retirarse donó un libro para la escuela. Antes de retirarse pasó a saludar a los alumnos más pequeños que también habían leído sus textos y la querían conocer. Los alumnos pequeños la saludaron y le regalaron dibujos y cartitas cargados de cariño.

Alumnos y docentes de la Escuela "General Mosconi" y de la Biblioteca "Domingo Sabio" agradecieron a Plan Nacional de Lectura y Plan Lectura Chaco por brindar la posibilidad de conocer y dialogar con esta destacada escritora.

Silvia Schujer con integrantes del Plan Lectura Chaco
 y Plan Lectura Nación (Región IV)
Compartimos, ahora, un fragmento del prólogo del libro Oliverio junta preguntas, de Silvia Schujer. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1989. Colección Pan Flauta.

Prólogo
Oliverio coleccionaba preguntas como quien junta figuritas. 
Pero con tres diferencias: 
que no podía comprarlas en los quioscos; 
que nadie se las cambiaba; y 
que el álbum no se llenaba jamás. 
Sabía que no podía comprarlas en los quioscos porque cada vez que lo intentaba, la quiosquera lo miraba con cara rara, le regalaba un caramelo y le decía "Vaya, m'hijito, nomás". 
Había comprobado que nadie se las cambiaría porque cada vez que mostraba una pregunta, le devolvían una respuesta. 
Y el álbum no se llenaba jamás porque el lugar donde escribía las preguntas no era un álbum sino un cuaderno de tapas duras. 
Pero volvamos al principio. 
Oliverio coleccionaba preguntas como quien junta figuritas. 
Preguntas de toda clase. 
Grandes y chicas como: ¿Te gustaría saber por dónde queda el río por el cual el último barco fenicio pasó antes de que la civilización romana llegara a su fin? O bien: ¿Cómo te va? Fáciles y difíciles como: ¿De qué color era el caballo banco de San Martín? O bien: ¿Cuál es la raíz cuadrada de dos millones ochocientos cincuenta mil uno? 
Interesantes y estúpidas como: ¿Por qué si la Luna es más chica, la veo más grande que a cualquier estrella? O bien: ¿Seré el chico más bello del mundo? 
Cuando empezó, las únicas que juntaba eran las preguntas que se le ocurrían a él. 
Con el tiempo, los amigos se interesaron por ayudar a Oliverio y le regalaron un montón de las suyas. 
Preguntas de toda clase. 
De mujeres y de varones. Con respuestas o sin respuestas. Aburridas y simpáticas. Dulces y saladas. Con palabras raras y hasta con palabrotas. 
Oliverio se cansó de escribir preguntas en su cuaderno. Hasta que un día se le empezaron a repetir. 
Venía uno con una pregunta dificilísima y Oliverio decía: "Esta ya la tengo." 
Venía otro con una pregunta requetedificilísima y Oliverio decía: "Esta ya la tengo." 
Repetida. Repetida. Repetida. 
Le venían todas las preguntas repetidas. 
Hasta que conoció a María Laura y, de una sola vez, se le ocurrieron diez mil: ¿Quién es esa chica? ¿Cómo se llama? ¿Por qué es tan linda? ¿De qué color tiene los ojos? ¿Le hablo o no le hablo?